La gran estafa (y no, no es de película)

En tiempos donde la inteligencia artificial parece prometerlo todo —desde escribir novelas hasta desarrollar aplicaciones como por arte de magia— una historia llamó la atención de la industria tech el mes pasado: la estrepitosa caída de BuilderAi, una plataforma que se vendía como la solución definitiva para crear apps a partir de simples indicaciones escritas… o incluso de un boceto hecho a mano.

 

La promesa era digna de ciencia ficción: una IA capaz de construir cualquier aplicación que imaginemos. Pero la realidad fue otra. Lo que realmente sostenía el negocio no era un superalgoritmo, sino el trabajo silencioso de alrededor de 700 desarrolladores humanos en India, programando en masa para cumplir las promesas de la plataforma. Sí, así como lo lees: detrás de la supuesta automatización había mano de obra barata haciendo el trabajo pesado.

 

La burbuja estalló cuando BuilderAi, valorada en 1,500 millones de dólares y respaldada por el mismísimo Microsoft, no logró pagar un préstamo de 50 millones de dólares, lo que derivó en un embargo de 37 millones. Sin liquidez para operar, los problemas financieros expusieron el verdadero funcionamiento de la empresa, y con ello, se vino abajo la fachada.

 

El producto estrella de la compañía, “Natasha”, era una especie de chef virtual de software: tú le dabas una “receta” y ella supuestamente cocinaba la app de tus sueños. La idea era tan atractiva como engañosa. Al final, la receta tenía muchos ingredientes humanos que nadie mencionaba.

 

Este caso, que ya se perfila como un hito en el mundo de la inteligencia artificial, deja una gran lección a los inversionistas y gigantes tecnológicos que buscan subirse al tren de la IA sin mirar debajo del capó. Microsoft, uno de los principales financistas de BuilderAi, también fue arrastrado por la ilusión de una idea que sonaba demasiado buena para ser verdad.

 

Una historia que, aunque suena a guion de película, es completamente real. Y nos recuerda que, en medio de tanta innovación, sigue siendo fundamental hacer preguntas incómodas: ¿quién está realmente detrás de la tecnología? ¿Y hasta qué punto estamos dispuestos a creer?


La historia detrás de BuilderAi, la “app mágica” que resultó ser solo humo… y 700 programadores.

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